Cuando Manolete fue abucheado en Burgos
Este mes de septiembre se cumplen 70 años de la primera visita del mítico matador a la Plaza de Vadillos, en la cual recibió una de las mayores pitadas escuchadas en su exitosa carrera.
Todo el mundo tiene un abuelo que le cuenta la misma historia una y otro vez, la mía trascurre en 1940, eran las seis de la tarde y apenas se podía aguantar el calor que hacía aquella tarde en la plaza. Mi abuelo junto a unos amigos vinieron a Burgos a ver la corrida mas esperada del año. Se habían comprado la entrada mas barata, ya que, querían que les sobrase algo del jornal para ir al baile de la noche. Todos llevaban sus fiambreras llenas de fiambre del pueblo y la bota llena de vino peleón, al menos si la faena era mala no perderían toda la tarde.
Antes de cada corrida, los alrededores de la plaza se llenaban de feriantes vendiendo frutos secos, grupos de jóvenes venidos de todos los pueblos de la zona y señoras que se ponían sus mejores galas para ver un espectáculo que a la mayoría de ellas les resultaba ciertamente aburrido, pero era el evento mas importante de las fechas y por tanto ninguna podía faltar a la cita.
El coso situada en lo que hoy en día es plaza de España, estaba dividido en tres zonas claramente diferenciadas. La sombra era la mas cara de la plaza, por tanto, estaba conformada por mujeres muy bien vestidas y por hombres trajeados fumadores de puros. Los ciudadanos de clase media aficionados a los toros, solían situarse en el sol y sombra, cuanto mas cerca de la arena, la calidad de sus meriendas mejoraba. Por último, las peñas estaban situadas siempre al sol, acompañados de varios grupos de jóvenes que no podían comprarse una mejor localidad.
La corrida empezaba a las seis en punto, Manolete iniciaba la faena, estaba vestido con un traje de luces dorado. Mi abuelo siempre me contaba que cuando el diestro saltó hacer el paseíllo las chicas que tenía detrás suyo se levantaron a piropearle, a pesar que, era mucho mas bajo de lo que las radios aseguraban en las retransmisiones típicas de los domingo. Cuando apenas habían pasado unos segundos de las seis de la tarde, se escuchó a la banda anunciando el primer toro. El silencio y la emoción se palpaban en toda la plaza, por fin, iban a poder ver al considerado mejor torero del momento, que poco mas tarde se convertiría en una leyenda del toreo tras su fatídica muerte en la plaza de Linares, en la cual, Islero, un miura de mas de 500 kilos le venció en la batalla, asestiéndole una brutal cornada en el muslo derecho que acabó con su vida.
Los espectadores estuvieron toda el primer tercio muy atentos, pero pronto vieron que Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, no estaba por la labor de cuajar una gran faena. Apenas se arrimaba al toro y daba la sensación que quería salir cuanto antes del coso. La estocada por suerte fue limpia y el animal callo en apenas unos segundo. No se escucharon aplausos, de echo, en algunas zonas de la plaza se oían leves silbidos. Era comprensible teniendo en cuenta que, la entrada era la mas cara de la feria, y que el torero mas importante del momento apenas había enlazado dos buenos pases.
El cartel lo completaban Domingo Ortega y José Mejías, dos bueno espadas del momento. Ambos toreros siguieron la senda de Manolete y apenas ofrecieron espectáculo. Pero los pésimos pases vividos en el tercer toro, adelantaron la hora de la merienda. Era uno de los momentos mas esperados de toda corrida de toros, pero ese tarde lo fue aun mas por lo aburridas que habían resultado las faenas. Todo el mundo sacaba sus fiambreras y ponían toda la comida y bebida en común, ya que, en aquella época era muy normal compartirla los unos con los otros.
Una vez mas se hizo un silencio sepulcral cuando Manolete saltó por segunda vez a la arena, lo acontecido anteriormente parecía no importar. El diestro se situó frente a la puerta de toriles y en cuando saltó el morlaco, se marcó una espectacular manoletina. Por desgracia eso debió de ser todo lo bueno que se pudo ver el resto de la faena. Una vez mas el maestro parecía tener pocas ganas de conseguir algo y poderse ganar algún trofeo. El público no esperó a que el cuerpo inerte del toro fuese retirado de la arena para mostrar su indignación. Si en el primero de la tarde solo fueron algunas zonas aisladas de la plaza las que mostraron su descontento mediante abucheos, ahora hasta la zona mas noble se levantó de sus asientos y mostró su total descontento. Mi abuelo me asegura siempre que me repite esta historia, que las jóvenes refinadas, que al principio de la tarde se habían levantado a piropear a Manolete, incluso dirigieron algunos insultos al torero.
La plaza había sido inaugurada el 14 de septiembre de 1862 y hasta este día no se recordaba una indignación tal entre los presentes. De echo, cuando Domingo Ortega, llevaba cinco minutos toreando a su segundo toro de la tarde, apenas quedaba media plaza en sus asientos, a pesar, de que aquella tarde se había llenado hasta la bandera. Mi abuelo y sus amigos se quedaron, ya que, habían entablado amistad con una de las peñas y estaban cantando canciones de la época.
A eso de las ocho de la tarde por fin acabó aquel pésimo espectáculo, aunque se contaban por decenas los aun presentes en la plaza. Manolete, Domingo Ortega y José Mejías abandonaron el coso cabizbajos bajo abucheos e insultos. En las cónicas del día siguiente, los expertos taurinos etiquetaron esa faena como una de las peores de la carrera de Manolete.
Las corridas en Burgos cambiaron de fechas dos años mas tarde, y pasaron a celebrarse en el mes de junio, coincidiendo con las fiestas de San Pedro y San Pablo, pero aun se seguía hablando de lo que había ocurrido en aquella desastrosa tarde de toros.
El 30 de junio de 1944 los empresarios de la plaza decidieron traer de nuevo a Manolete. En estos cuatro años, se había convertido, con diferencia sobre el resto, en el mejor torero de la historia. Por ello a pesar de ser una vez mas la corrida mas cara de la feria, Monolete junto a Pepe Bienvenida y Manuel Alvarez, El Andaluz, llenaron la plaza, acudiendo incluso personalidades de la índole de
El general Yagüe, el gobernador civil y jefe provincial del movimiento, Manuel Llera, y el vicepresidente de las Cortes, señor Alfaro. La faena fue bastante buena, ya que, Bienvenida se gano una oreja y la consiguiente vuelta al ruedo, y Manolete tras unas muy buenas verónicas obtuvo la ovación de la tarde y fue premiedo con una oreja. Por desgracia no tuvo tanta suerte en su segundo toro y no pudo abrir la puerta grande de Los Vadillos.
Los expertos aseguraron que Manolete dio una lección de toreo estático y vertical, mereciendo así una clara recompensa mayor, pero que pago con intereses la deuda que había adquirido con los burgaleses cuatro años antes. No hubo que esperar mas de un año para volver a verle, ya que, en las fiestas de 1945 volvió a la Plaza de Vadillos.
Se repetía la historia de hace cinco años, era una tarde soleada, mi abuelo compro dos entradas, una para el y otro su mujer, ya que, se había casado el año anterior. Llevaban sus fiambreras a la plaza, pero esta vez vestía su traje de los domingos. El no quería ir a la corrida, ya que, se había quedado muy desencantado con su primera actuación, pero su mujer, le había visto en las revistas de la época y quería conocerle en persona.
Una vez mas todo estaba lleno, Manolete toreaba en último lugar, por lo que la plaza no se lleno por completo hasta el segundo toro. Esta vez el cordobés quería abrir por primera vez la puerta grande de la plaza, por lo que se arrimó al toro lo mas que pudo e hizo tres series de pases que dejaron sin palabras a todos los presentes, pero a la hora de matar, tuvo mala fortuna y erró en un par de ocasiones. Por lo que perdió su oportunidad de oreja, a pesar, de que media plaza la pidió insistentemente. En su segundo toro demostró porque era el mejor torero del momento. Desde principio a fin hizo todo lo posible para conseguir su fin, abrir la puerta grande. Pero una vez mas cometió un pequeño fallo al final de su faena, justo antes de entrar a matar, el toro le hizo un extraño y le dio un pequeño revolcón por el suelo. Cuenta mi abuelo, que mi abuela le agarró tan fuerte de la mano, que el pensó el resto del día (sin que ella lo supiese claro) que se la había roto. Tras el susto, Manolete entró a matar y le asestó una estocada perfecta que acabó en segundos con la vida del animal. Todo el mundo sacó sus pañuelos y pidió mas de una oreja para el diestro, pero este, solo se vio recompensado con una. Una vez mas se había quedado sin su puerta grande.
Al año siguiente se le volvió a incluir en el cartel de fiestas, pero tubo una cogida algunos días antes del festejo y tuvo que ser sustituido por otro torero a última hora. Pero los empresarios de la plaza tenían la obsesión de ver a Manolete cruzando la puerta grande de Los Vadillos. Por ello, se le contrato para la feria de septiembre de 1947. Pero como ya citamos antes, el matador encontró la muerto en la plaza de Linares.
La leyenda de Manolete a ido creciendo década a década, siempre a sido recordado como uno de los mejores, sino el mejor, matador de la historia del toreo. Pero para algunos abuelos que pudieron presenciar la primera corrida de Manolete en Burgos, también será recordado como uno de los mayores abucheos que vivió la plaza de toros de Los Vadillos,
Los Vadillos, la primera plaza de toros de burgos.
La primera plaza de toros de burgos, se levantó entre 1860 y 1862, estaba situada en la Plaza de España actual y fue derribada en agostó de 1967 tras la construcción de la actual plaza del Plantio.
La inauguración oficial tuvo lugar el 14 de septiembre de 1862, actuando los diestros; Julián Casas “Salamanquino” y Manuel Domínguez “Desperdicios. En ella además de corridas de toros se celebraban circos, ferias y todo tipo de espectáculos variados.
Por ella pasaron los principales toreros de la época, entre ellos el antes citado Manuel Laureano, “Manolete”.
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